Enclavada en el corazón histórico de San Mateo, la Iglesia Arciprestal de Santa María se alza como un símbolo atemporal de devoción sagrada y fortaleza espiritual. Esta iglesia gótico-renacentista, construida a lo largo de varios siglos, irradia una serena majestuosidad que atrae tanto a peregrinos como a amantes de la cultura. Su robusta fachada de piedra, fortificada con torres, sirvió antaño como santuario espiritual y refugio para los habitantes del pueblo en tiempos de conflicto. En el interior, la atmósfera cambia: una suave luz se filtra a través de las vidrieras, iluminando altares centenarios dedicados a la Virgen María y a varios santos, recordando a los visitantes la presencia perdurable de lo divino.
Entrar en Santa María es como adentrarse en otra época. Los peregrinos suelen detenerse ante sus capillas, elaboradamente talladas, para reflexionar, encender velas y susurrar oraciones, muchos buscando la intercesión de sus ángeles guardianes o la protección de sus familias. La iglesia desempeña un papel central en las celebraciones religiosas locales, especialmente durante las festividades marianas, cuando la comunidad se reúne en solemne procesión. Su presencia no es solo arquitectónica, sino también espiritual. Los ecos de antiguos cantos aún parecen perdurar en los techos abovedados, ofreciendo a los visitantes una profunda sensación de conexión, continuidad y paz interior. Este lugar sagrado es un testimonio vivo de la resiliencia de la fe a lo largo de los siglos.
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